COMENTARIO DE
UN TEXTO MEDIEVAL: CANTAR DE MIO CID
Lo invitarían con agrado, pero ninguno lo osaba
el rey don Alfonso tenía muy gran
saña;
antes de la noche entró en Burgos su carta,
en gran recaudo y debidamente sellada:
que a mío Cid Ruy Díaz, que no le diese nadie posada,
y aquel que se la diese supiese, por su palabra,
que perdería sus bienes, más los ojos de la cara,
y aun además los cuerpos y las almas.
Gran pesar tenían las gentes cristianas:
se esconden de mío Cid, no osan decirle nada.
El Campeador se encaminó a su posada;
cuando llegó a la puerta la encontró bien cerrada,
por miedo del rey Alfonso así la prepararan:
que si no la quebrantase a la fuerza, no se la abriesen por nada.
Los de mío Cid con altas voces llaman,
los de dentro no les querían replicar palabra.
Aguijó mío Cid, a la puerta se acercaba,
sacó el pie del estribo, un fuerte golpe le daba;
no se abre la puerta, que estaba bien cerrada.
Una niña de nueve años ante su vista estaba:
“Ya Campeador, en buena hora te ceñiste la espada.
El rey lo ha vedado, de él entró anoche su carta,
en gran recaudo y debidamente sellada:
que no os osaríamos abrir ni acoger por nada,
si no perderíamos nuestros bienes y las casas,
y además los ojos de las caras.
Cid, con nuestro mal, no vais a ganar nada;
mas el Creador os valga con todas sus virtudes santas”.
Esto la niña dijo y se volvió a su casa.
Ya lo ve el Cid que del rey no tenía gracia.
Apartóse de la puerta, por Burgos aguijaba,
llegó a Santa María, entonces descabalga.
Se hincó de rodillas, de corazón rogaba.
La oración hecha, entonces descabalga.
Mio Cid Ruy Díaz, el que en buen hora ciñó espada,
acampó en la glera, cuando no lo acoge nadie en casa;
a su alrededor, una buena compaña.
Así acampó el Cid, como si estuviera en la montaña.
Se trata de un texto en verso, con la estructura métrica típica del mester
de juglaría, es decir, tiradas de versos polimétricos con una cesura o pausa
central que divide al verso en dos hemistiquios. La rima es asonante (a-a) y
continua a lo largo de toda la tirada.
2) Explica el contenido del poema, determina su estructura y menciona su
tema:
El texto que se propone como comentario pertenece al Cantar del
Destierro, primero de los tres cantares que componen el Cantar de Mío
Cid, uno de los mejores exponentes de la épica castellana medieval. El Cantar
de Mío Cid exalta la figura del infanzón don Rodrigo Díaz de Vivar, tanto
en su dimensión histórica como en las circunstancias personales de la vida del
héroe.
El episodio recrea el momento en el que el Cid llega a Burgos de camino al
destierro y la reacción de los habitantes de la ciudad. Podría considerarse que
el tema que desarrolla es el de la nobleza del héroe ante la injusticia del
rey.
El fragmento escogido presenta una anécdota narrada cronológicamente que
muestra la típica estructura narrativa: introducción, nudo y desenlace.
Los versos que corresponderían a la introducción irían del verso 1 (“Lo
invitarían de buen grado, pero ninguno lo osaba”) hasta el verso 10 (“se
esconden de mio Cid, no osan decirle nada”). En ellos se indican las
instrucciones del rey a los habitantes de Burgos prohibiendo proporcionar ayuda
o posada al Cid bajo pena de terribles castigos.
El nudo (vv. 11 “El Campeador se encaminó a su posada” al 29 “Esto
dijo la niña y se volvió a su casa”) relata cómo el Cid intenta entrar en
su casa de Burgos y encuentra la puerta fuertemente cerrada. Para evitar que el
Cid logre entrar y el rey cumpla sus amenazas, una niña sale al paso del Cid y
le pide que se aleje.
El desenlace comienza en el verso 30 (“Ya lo ve el Cid que del rey no tenía
gracia”) hasta el final. Narra cómo el Cid decide salir de la ciudad y
acampar en el campo para no comprometer a nadie.
El Cantar de Mio Cid exalta, como se ha señalado, la figura de Cid.
Todo el texto está organizado de modo que se destaquen las virtudes del Cid
como perfecto caballero medieval. Ya desde el primer momento, el autor deja
claras sus preferencias por el Cid. La imagen que proyecta del rey es la
de un monarca cruel y vengativo (“el rey don Alfonso tenía muy gran saña, v.2),
imagen que se refuerza con la descripción detallada de la terrible amenaza que
llega a Burgos por medio de una carta “en gran recaudo y debidamente sellada”,
demostrando con ello el interés personal que tiene el rey en que se obedezcan
sus órdenes.
Pese a todo, las simpatías de los ciudadanos de Burgos están con el Cid,
como recuerda varias veces el autor: “Lo invitarían con agrado, pero ninguno lo
osaba” (v. 1), “Gran pesar tienen las gentes cristianas” (v.9) o, de nuevo, en
palabras de la niña: “mas el Creador os valga con toda sus virtudes santas”
(v.28)
El Cid presenta las virtudes típicas de un héroe medieval, es decir, es un
caballero fuerte (fortitudo), inteligente y sabio (sapientia), cuyas acciones
están dominadas por la mesura (la prudencia y la discreción).
Observamos, por ejemplo, su fortaleza física en su actitud al
encontrar la puerta de su casa de Burgos cerrada. El Cid espolea a su caballo y
se dispone a derribar la puerta a patadas. Todos los adjetivos que aparecen
referidos al Cid o a sus caballeros inciden en los conceptos de fuerza y
potencia : “Los de mio Cid con altas voces llaman” (v.15) y “sacó el pie
del estribo, un fuerte golpe le daba” (v.18) El poeta se recrea en la
escena para hacer destacar la mesura del Cid y su comportamiento caballeresco
cuando aparezca la niña.
Un caballero fuerte y rodeado de sus amigos hubiera podido perfectamente
entrar a la fuerza en su propia casa. Sin embargo, el código caballeresco del
héroe le impide hacer daño a alguien más débil o indefenso, por ello, prefiere
pasar la noche a la intemperie antes que perjudicar a los habitantes de la
ciudad.
El poeta eleva el patetismo de la escena colocando la figura de la
niña “de nueve años” que es la única que se atreve a hablar con el
caballero. La niña se dirige al Cid con todo respeto y le explica la situación
en la que se encuentran repitiendo palabra por palabra el contenido de la
amenaza que ya antes nos había relatado el poeta.
La seriedad de la amenaza queda de manifiesto en la enumeración acumulativa
de las pérdidas que supondrá la desobediencia. Esta enumeración, además, va
ganando en intensidad, es decir, se va de menor a mayor. Se perderán primero
“los bienes”, “las casas”, después se producirá la pérdida de uno de los dones
mas preciados del ser humano, expresada con el pleonasmo “los ojos de la cara”.
La última de las amenazas resultaría, sin duda, la más terrible para la
audiencia medieval, caracterizada por sus hondos sentimientos religiosos:
perder “además los cuerpos y las almas” supone la muerte sin confesión, es decir,
la condenación eterna. El poeta remarca la importancia que se da a este hecho
con el verso “Gran pesar tenían las gentes cristianas”.
La niña concluye su parlamento con una súplica directa al Cid que tiene la
brevedad de un aforismo y toda su fuerza: “Cid, con nuestro mal, no vais a
ganar nada”
Ante semejante muestra de “saña” del rey, el Cid hace gala de su mesura.
Además de fuerte y sabio, el perfecto héroe medieval es un caballero cristiano.
El Cid, ante las dificultades, no reacciona con la violencia o la furia, sino
que es capaz de calmarse y rezar a la Virgen María (“llegó a Santa María,
entonces descabalga. / Se hincó de rodillas, de corazón rogaba. / La oración
hecha, entonces cabalga”). El poeta insiste en el orden de los acontecimientos
para recordar que el Cid no ha querido ni siquiera bajar del caballo en la
ciudad para no perjudicar a nadie, de hecho ha pasado por ella a galope
(“Apartóse de la puerta, por Burgos aguijaba”) y sólo ha desmontado para entrar
en la iglesia y rezar de rodillas ante la Virgen.
El poeta recuerda que, pese al castigo del rey, el Cid no está solo, cuenta
con la simpatía de la gente que no le ayuda porque no puede, y con la compañía
y la ayuda de sus amigos “a su alrededor, una buena compaña” (v. 37) que parten
con él al destierro.
El último verso, “Así acampó el Cid, como si estuviera en la montaña”
guarda cierto eco de la función conativa propia del modo de transmisión de
estos poemas. Como es sabido, los cantares de gesta solían ser recitados o
cantados por un juglar ante el público. No es la única muestra de que el texto
está pensado para ser recitado en público, el hecho de utilizar el estilo
directo en el fragmento en el que interviene la niña (Vv. 21-28) da una mayor
vivacidad a la narración haciendo que resulte más amena y fácil de seguir en la
reproducción oral.
3) Explica de qué recursos y tópicos se ha servido el autor del texto para
desarrollar el tema del poema:
El texto contiene dos epítetos épicos (“Ya Campeador, en buena hora te
ceñiste la espada”, v.21 y “Mio Cid Ruy Díaz, el que en buen hora ciñó espada”)
que son una fórmula típica de la épica castellana y que se utilizaban para
identificar inequívocamente a los personajes y como recurso mnemotécnico del
juglar.
La transmisión oral por medio del canto o del recitado se muestra en la
aparición de figuras retóricas relacionadas con la repetición que favorecen el
ritmo. Es el caso de los elementos binarios (“los cuerpos y las almas”, “los
bienes y las casas”) o la bimembración (“llegó a Santa Maria
entonces descabalga” / “la oración hecha, entonces cabalgaba”).
Los tiempos verbales muestran una alternancia de presente y pasado. El
pasado se utiliza en el relato de la historia, mientras que los verbos en
presente aparecen en el estilo directo de la niña y en algunos versos en los
que el juglar “actualiza” ante su auditorio la escena: “se esconden de
mio Cid, no osan decirle nada” (v.10); “Los de mio Cid con altas voces llaman”
(v.15); “no se abre la puerta, que estaba bien cerrada”; “la oración
hecha, entonces descabalga” (v.34) y “acampó en la glera, cuando no lo acoge
nadie en su casa” (v. 36). En estos ejemplos, los verbos en presente sirven
para hacer más viva la escena a los ojos de los espectadores,
El fragmento escogido refleja a la perfección el modo en que el Cantar
de mio Cid consigue la exaltación de un héroe popular que es presentado con
todas las características propias del caballero medieval, en una escena que es
una muestra de su mesura y su sentido del honor. El texto muestra también las
características propias de la transmisión oral y muchos de los rasgos
estilísticos de la poesía épica.
CANTAR
TERCEROEn Valencia, con los suyos, el Cid permaneció, (v.2278)
estaban también sus yernos, los infantes de Carrión.
Un día, en un escaño, dormía el Campeador:
un mal accidente sabed que les ocurrió:
salióse de la jaula, y quedó libre un león.
A todos los presentes, les asaltó gran temor
se ponen el manto al brazo los del Campeador,
y rodean el escaño protegiendo a su señor.
Fernán Gonzálvez, infante de Carrión,
no halló dónde subirse, ni abierta alguna habitación;
se escondió bajo el escaño: tanto era su pavor.
Diego Gonzálvez por una puerta salió,
diciendo agrandes gritos: «¡Ya no veré más Carrión!»
Tras una viga laga se metió con gran pavor;
el manto y el brial muy sucios los sacó.
En esto, despertó el que en buena hora nació.
El escaño rodeado de sus guerreros vio.
-"¿Qué ocurre, caballeros, por qué esta alteración?"
-"Sucede, señor honrado, que un susto nos dio el león. "
Hincó el codo mio Cid, tranquilo se levantó;
el manto traía al cuello, y se dirigió al león;
apenas lo vio éste, gran vergüenza sintió.
Ante mio Cid, bajó la cabeza y el rostro hincó.
Mio Cid don Rodrigo del cuello lo tomó,
Ilevándolo de su mano, a la jaula lo volvió.
Todos asombrados quedan al ver a su señor,
y al palacio retornan loando su valor.
Mio Cid por sus yernos preguntó y no los halló:
aunque los llamó a altas voces, ninguno respondió.
Cuando los encontraron, estaban sin color;
nunca hubo tal rechifla como la que allí se armó,
pero ordenó que cesara mio Cid el Campeador.
Muchos tuvieron por deshonrados a los infantes de Carrión
se sienten humillados por lo que aconteció. (.
COMENTARIO LITERARIO
Libro de Buen Amor (Juan Ruiz, arcipreste de Hita)
Episodio de Don Melón y doña Endrina
¡Ay, Dios, cuán hermosa viene doña Endrina por la plaza!
¡Ay, qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garza!
¡Qué cabellos, qué boquita, qué color, qué buenandanza!
Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza.
Pero tal lugar no era para conversar de amores;
acometiéronme luego muchos miedos y temblores,
los mis pies y las mis manos no eran de sí señores,
perdí seso, perdí fuerza, mudáronse mis colores.
Unas palabras tenía pensadas para le decir,
la vergüenza ante la gente otras me hace proferir;
apenas era yo mismo, sin saber por dónde ir;
mis dichos y mis ideas no conseguían seguir.
Hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta
y, a veces, mal perro atado está tras la puerta abierta;
es bueno disimular, echar alguna cubierta,
pues sólo en lugar seguro se puede hablar cosa cierta.
-"Señora, la mi sobrina, la que en Toledo vivía
a vos se encomienda mucho, mil saludos os envía;
si hubiese lugar y tiempo, por cuanto de vos oía,
tendría placer en veros y conoceros querría.
"Deseaban mis parientes casarme en esta sazón
con una doncella rica, hija de don Pepión;
a todos di por respuesta que no la querría, no.
¡Mi cuerpo será de aquella que tiene mi corazón!"
Luego, hablando en voz baja, dije que disimulaba
porque toda aquella gente de la plaza nos miraba;
cuando vi que se marchaban y que ya nadie quedaba
comencé a decir la queja de amor que me lastimaba.
1. LOCALIZACIÓN DEL TEXTO
Nos disponemos a analizar un fragmento perteneciente al Libro de Buen Amor, obra de Juan Ruiz, arcipreste de Hita. De este libro se conservan manuscritos con dos versiones distintas: una de 1330 y la otra de 1343. Respecto del autor, conviene señalar que se conocen pocos datos de su vida. Al parecer, debió de nacer hacia 1295, hijo ilegítimo de un noble castellano cautivo en tierras musulmanas. Posiblemente fue clérigo de la diócesis de Toledo y miembro de los tribunales eclesiásticos encargados de juzgar la vida licenciosa de los sacerdotes. Tal vez de ahí tomara datos interesantes para su libro.
El Libro de Buen Amor es una obra de contenido diverso, muy heterogéneo, con un hilo narrativo que se ve muchas veces interrumpido por fragmentos de distinta índole. El argumento principal lo constituyen una serie de aventuras amorosas de carácter autobiográfico con distintas mujeres: doña Cruz, las serranas, doña Garoza… Se alternan éxitos y fracasos, aunque abundan más los segundos. En concreto, el fragmento que aquí comentamos pertenece a uno de los episodios amorosos del protagonista convertido ahora en don Melón de la Huerta, quien trata de conseguir los amores de la joven viuda doña Endrina. Se trata de la reelaboración del Pamphilus de amore, comedia latina del siglo XII. Es uno de los episodios más logrados de la obra y en él aparece un personaje fundamental en nuestra Literatura, Trotaconventos, precedente de Celestina.
La obra se puede enmarcar en el Mester de Clerecía, por el uso que hace de la métrica (utiliza la cuaderna vía en casi la totalidad del libro), su carácter didáctico y por el uso cuidado y meditado del lenguaje. Sin embargo, son destacables determinados rasgos que acercan a la obra al Mester de Juglaría, de ahí que se haya afirmado que Juan Ruiz era un clérigo ajuglarado.
Respecto al género, el Libro de Buen Amor pertenece al género narrativo-didáctico, pues este parece ser el fin último de la obra, según expone el autor en el prólogo: dar ejemplo para aconsejar sobre el “buen amor” y advertir de los peligros del “loco amor” (o amor carnal). Sin embargo, la obra también presenta rasgos propios del género lírico (subjetividad, expresión de sentimientos, uso de figuras retóricas, uso de palabras con valor connotativo…).
2. ANÁLISIS DEL CONTENIDO
El tema principal del fragmento es el deseo de don Melón de expresar su queja de amor a doña Endrina. Como temas secundarios, se distingue el miedo a las habladurías de la gente (“Hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta/ es bueno disimular, echar alguna cubierta/ pues sólo en lugar seguro se puede hablar cosa cierta”), y la importancia del dinero entre las clases burguesas (“Deseaban mis parientes casarme con una doncella rica, hija de don Pepión”).
Respecto a los tópicos literarios presentes en el texto, podemos diferenciar los siguientes: loco enamorado, ya que el protagonista parece perder la razón por el amor de la amada (“acometiéronme muchos miedos y temblores/ los mis pies y las mis manos no eran de sí señores/ perdí seso, perdí fuerza, mudáronse mis colores/ apenas era yo mismo/ mis ideas no conseguían seguir”…); y quejas del enamorado (“Cuando vi que se marchaban/ comencé a decir la queja de amor que me lastimaba”).
El fragmento presenta una clara estructura narrativa que se puede dividir en las siguientes partes:
Planteamiento (versos 1-8): don Melón expresa lo que siente cuando ve a doña Endrina en la plaza y cómo pierde el control de sus acciones.
Nudo (versos 9-26): con la excusa de darle recuerdos de su sobrina, don Melón se acerca a la dama intentando disimular ante toda la gente que los mira.
Desenlace (versos 27-28): finalmente, cuando todos se marchan, el protagonista expresa su queja de amor a doña Endrina.
La estructura del fragmento es lineal, pues la acción se desarrolla en orden cronológico. Sin embargo, el hilo narrativo se ve interrumpido en la estrofa cuarta, en la que el autor introduce una reflexión de carácter didáctico acerca de cómo hablar a una dama en un lugar público.
En cuanto al narrador, se utiliza la primera persona protagonista, lo que lleva a interpretar el texto (y la obra) como una autobiografía del arcipreste, aunque ello nunca fue corroborado. Los personajes que aparecen en este fragmento son don Melón, protagonista y personaje arquetípico que parece encarnar una caricatura del “loco enamorado”; doña Endrina, que representa la dama delicada por la que suspira el galán; don Pepión, personaje que simboliza la nueva burguesía y que sólo es mencionado en el texto; y la gente de la plaza como personajes fugaces. Como vemos, los personajes se corresponden con el tono humorístico que predomina en la obra, en este caso, disfrazado en los nombres elegidos para los amantes (nombres de frutas) y el de don Pepión (nombre de moneda, en representación de su riqueza).
3. ANÁLISIS DE LA FORMA
El análisis métrico nos muestra el uso de la cuaderna vía, estrofa característica del Mester de Clerecía, aunque los versos en su mayoría son hexadecasílabos, según se detalla a continuación:
¡Ay, Dios, cuán hermosa viene 8 doña Endrina por la plaza! 8 (16) A
¡Ay, qué talle, qué donaire, 8 qué alto cuello de garza! 7 (15) A
¡Qué cabellos, qué boquita, 8 qué color, qué buenandanza! 8 (16) A
Con saetas de amor hiere 8 cuando los sus ojos alza. 8 (16) A
Pero tal lugar no era 8 para conversar de amores; 8 (16) B
acometiéronme luego 8 muchos miedos y temblores, 8 (16) B
los mis pies y las mis manos 8 no eran de sí señores, 7 (15) B
perdí seso, perdí fuerza, 8 mudáronse mis colores. 8 (16) B
La rima es consonante, si bien en la primera estrofa los versos riman en asonancia.
Algunas figuras literarias que se pueden identificar en el fragmento son las siguientes:
Exclamación retórica y anáfora en los dos primeros versos: “¡Ay, Dios…/ ¡Ay, qué talle…”.
Exclamación retórica, paralelismo (determinante exclamativo + sustantivo) y enumeración: “¡Qué cabellos, qué boquilla, qué color, qué buenandanza!”. También se observa aquí el asíndeton.
Metáfora: “¡qué alto cuello de garza!”, “con saetas de amor hiere…”.
Hipérbaton: “Unas palabras tenía pensadas para le decir”.
Exclamación retórica: “¡Mi cuerpo será de aquella que tiene mi corazón!”.
Por otro lado, merece especial mención el uso de rasgos juglarescos en la obra del arcipreste. En este fragmento en cuestión aparece el estilo directo, lo que otorga frescura al texto y lo acerca al “habla viva” del pueblo. El empleo del refrán (“mal perro atado está tras la puerta abierta”) tiene el mismo sentido que el empleo del estilo directo, pues se trata de un rasgo característico de los juglares. En esta misma línea, el uso del diminutivo (“boquilla”) también es propio del habla popular.
Por último, la tipología textual predominante es la narrativa, aunque también aparece la descriptiva en la primera estrofa, cuando don Melón alaba la belleza de doña Endrina.
4. EL TEXTO COMO COMUNICACIÓN
Al tratarse de un poema lírico-narrativo, una de las funciones predominantes será la poética (recursos retóricos, desviación del lenguaje común…) y la expresiva (modalidad exclamativa, uso de la primera persona del singular, diminutivos y términos valorativos). Mención especial merece la función apelativa que se aprecia en la estrofa cuarta y que condensa la enseñanza que pretende transmitir el arcipreste: “hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta/ es bueno disimular, echar alguna cubierta,/ sólo en lugar seguro se puede hablar cosa cierta”.
La reacción que provoca en el lector parece ser el divertimento, dado el carácter humorístico e hiperbólico de la situación que se narra: el protagonista, con nombre cómico, al igual que los demás personajes, se comporta de un modo exagerado y caricaturesco ante la dama. Ello es propio del estilo de Juan Ruiz, que supo conjugar en su obra lo burlesco y lo serio, lo profano y lo religioso.
No se sabe con exactitud cuál era la intención real del arcipreste al escribir su obra, si advertir del “mal amor” o si prestar consejos para conseguir “unión con hembra placentera”, como expone en una de sus primeras estrofas. En el fragmento analizado, por ejemplo, parece que su intención es enseñar acerca de cómo acercarse a una dama en un lugar público para poder conseguir sus amores sin ser descubierto. Pero también podríamos interpretar que se emplea la burla y el humor para captar la atención de quien lee y advertirle de las consecuencias nefastas del “loco amor”.
5. CONCLUSIONES
El fragmento comentado es buena muestra del carácter vitalista de la obra del arcipreste, en la que se advierte una menor importancia de la imagen de Dios y aparece como tema principal el amor profano. Sin embargo, las continuas alusiones al “buen amor” (amor divino) frente a los consejos para cultivar el “loco amor” constituyen una ambigua intencionalidad que hacen de esta obra una de las cumbres del nuevo Mester de Clerecía del siglo XIV
Libro de Buen Amor (Juan Ruiz, arcipreste de Hita)
Episodio de Don Melón y doña Endrina
¡Ay, Dios, cuán hermosa viene doña Endrina por la plaza!
¡Ay, qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garza!
¡Qué cabellos, qué boquita, qué color, qué buenandanza!
Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza.
Pero tal lugar no era para conversar de amores;
acometiéronme luego muchos miedos y temblores,
los mis pies y las mis manos no eran de sí señores,
perdí seso, perdí fuerza, mudáronse mis colores.
Unas palabras tenía pensadas para le decir,
la vergüenza ante la gente otras me hace proferir;
apenas era yo mismo, sin saber por dónde ir;
mis dichos y mis ideas no conseguían seguir.
Hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta
y, a veces, mal perro atado está tras la puerta abierta;
es bueno disimular, echar alguna cubierta,
pues sólo en lugar seguro se puede hablar cosa cierta.
-"Señora, la mi sobrina, la que en Toledo vivía
a vos se encomienda mucho, mil saludos os envía;
si hubiese lugar y tiempo, por cuanto de vos oía,
tendría placer en veros y conoceros querría.
"Deseaban mis parientes casarme en esta sazón
con una doncella rica, hija de don Pepión;
a todos di por respuesta que no la querría, no.
¡Mi cuerpo será de aquella que tiene mi corazón!"
Luego, hablando en voz baja, dije que disimulaba
porque toda aquella gente de la plaza nos miraba;
cuando vi que se marchaban y que ya nadie quedaba
comencé a decir la queja de amor que me lastimaba.
1. LOCALIZACIÓN DEL TEXTO
Nos disponemos a analizar un fragmento perteneciente al Libro de Buen Amor, obra de Juan Ruiz, arcipreste de Hita. De este libro se conservan manuscritos con dos versiones distintas: una de 1330 y la otra de 1343. Respecto del autor, conviene señalar que se conocen pocos datos de su vida. Al parecer, debió de nacer hacia 1295, hijo ilegítimo de un noble castellano cautivo en tierras musulmanas. Posiblemente fue clérigo de la diócesis de Toledo y miembro de los tribunales eclesiásticos encargados de juzgar la vida licenciosa de los sacerdotes. Tal vez de ahí tomara datos interesantes para su libro.
El Libro de Buen Amor es una obra de contenido diverso, muy heterogéneo, con un hilo narrativo que se ve muchas veces interrumpido por fragmentos de distinta índole. El argumento principal lo constituyen una serie de aventuras amorosas de carácter autobiográfico con distintas mujeres: doña Cruz, las serranas, doña Garoza… Se alternan éxitos y fracasos, aunque abundan más los segundos. En concreto, el fragmento que aquí comentamos pertenece a uno de los episodios amorosos del protagonista convertido ahora en don Melón de la Huerta, quien trata de conseguir los amores de la joven viuda doña Endrina. Se trata de la reelaboración del Pamphilus de amore, comedia latina del siglo XII. Es uno de los episodios más logrados de la obra y en él aparece un personaje fundamental en nuestra Literatura, Trotaconventos, precedente de Celestina.
La obra se puede enmarcar en el Mester de Clerecía, por el uso que hace de la métrica (utiliza la cuaderna vía en casi la totalidad del libro), su carácter didáctico y por el uso cuidado y meditado del lenguaje. Sin embargo, son destacables determinados rasgos que acercan a la obra al Mester de Juglaría, de ahí que se haya afirmado que Juan Ruiz era un clérigo ajuglarado.
Respecto al género, el Libro de Buen Amor pertenece al género narrativo-didáctico, pues este parece ser el fin último de la obra, según expone el autor en el prólogo: dar ejemplo para aconsejar sobre el “buen amor” y advertir de los peligros del “loco amor” (o amor carnal). Sin embargo, la obra también presenta rasgos propios del género lírico (subjetividad, expresión de sentimientos, uso de figuras retóricas, uso de palabras con valor connotativo…).
2. ANÁLISIS DEL CONTENIDO
El tema principal del fragmento es el deseo de don Melón de expresar su queja de amor a doña Endrina. Como temas secundarios, se distingue el miedo a las habladurías de la gente (“Hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta/ es bueno disimular, echar alguna cubierta/ pues sólo en lugar seguro se puede hablar cosa cierta”), y la importancia del dinero entre las clases burguesas (“Deseaban mis parientes casarme con una doncella rica, hija de don Pepión”).
Respecto a los tópicos literarios presentes en el texto, podemos diferenciar los siguientes: loco enamorado, ya que el protagonista parece perder la razón por el amor de la amada (“acometiéronme muchos miedos y temblores/ los mis pies y las mis manos no eran de sí señores/ perdí seso, perdí fuerza, mudáronse mis colores/ apenas era yo mismo/ mis ideas no conseguían seguir”…); y quejas del enamorado (“Cuando vi que se marchaban/ comencé a decir la queja de amor que me lastimaba”).
El fragmento presenta una clara estructura narrativa que se puede dividir en las siguientes partes:
Planteamiento (versos 1-8): don Melón expresa lo que siente cuando ve a doña Endrina en la plaza y cómo pierde el control de sus acciones.
Nudo (versos 9-26): con la excusa de darle recuerdos de su sobrina, don Melón se acerca a la dama intentando disimular ante toda la gente que los mira.
Desenlace (versos 27-28): finalmente, cuando todos se marchan, el protagonista expresa su queja de amor a doña Endrina.
La estructura del fragmento es lineal, pues la acción se desarrolla en orden cronológico. Sin embargo, el hilo narrativo se ve interrumpido en la estrofa cuarta, en la que el autor introduce una reflexión de carácter didáctico acerca de cómo hablar a una dama en un lugar público.
En cuanto al narrador, se utiliza la primera persona protagonista, lo que lleva a interpretar el texto (y la obra) como una autobiografía del arcipreste, aunque ello nunca fue corroborado. Los personajes que aparecen en este fragmento son don Melón, protagonista y personaje arquetípico que parece encarnar una caricatura del “loco enamorado”; doña Endrina, que representa la dama delicada por la que suspira el galán; don Pepión, personaje que simboliza la nueva burguesía y que sólo es mencionado en el texto; y la gente de la plaza como personajes fugaces. Como vemos, los personajes se corresponden con el tono humorístico que predomina en la obra, en este caso, disfrazado en los nombres elegidos para los amantes (nombres de frutas) y el de don Pepión (nombre de moneda, en representación de su riqueza).
3. ANÁLISIS DE LA FORMA
El análisis métrico nos muestra el uso de la cuaderna vía, estrofa característica del Mester de Clerecía, aunque los versos en su mayoría son hexadecasílabos, según se detalla a continuación:
¡Ay, Dios, cuán hermosa viene 8 doña Endrina por la plaza! 8 (16) A
¡Ay, qué talle, qué donaire, 8 qué alto cuello de garza! 7 (15) A
¡Qué cabellos, qué boquita, 8 qué color, qué buenandanza! 8 (16) A
Con saetas de amor hiere 8 cuando los sus ojos alza. 8 (16) A
Pero tal lugar no era 8 para conversar de amores; 8 (16) B
acometiéronme luego 8 muchos miedos y temblores, 8 (16) B
los mis pies y las mis manos 8 no eran de sí señores, 7 (15) B
perdí seso, perdí fuerza, 8 mudáronse mis colores. 8 (16) B
La rima es consonante, si bien en la primera estrofa los versos riman en asonancia.
Algunas figuras literarias que se pueden identificar en el fragmento son las siguientes:
Exclamación retórica y anáfora en los dos primeros versos: “¡Ay, Dios…/ ¡Ay, qué talle…”.
Exclamación retórica, paralelismo (determinante exclamativo + sustantivo) y enumeración: “¡Qué cabellos, qué boquilla, qué color, qué buenandanza!”. También se observa aquí el asíndeton.
Metáfora: “¡qué alto cuello de garza!”, “con saetas de amor hiere…”.
Hipérbaton: “Unas palabras tenía pensadas para le decir”.
Exclamación retórica: “¡Mi cuerpo será de aquella que tiene mi corazón!”.
Por otro lado, merece especial mención el uso de rasgos juglarescos en la obra del arcipreste. En este fragmento en cuestión aparece el estilo directo, lo que otorga frescura al texto y lo acerca al “habla viva” del pueblo. El empleo del refrán (“mal perro atado está tras la puerta abierta”) tiene el mismo sentido que el empleo del estilo directo, pues se trata de un rasgo característico de los juglares. En esta misma línea, el uso del diminutivo (“boquilla”) también es propio del habla popular.
Por último, la tipología textual predominante es la narrativa, aunque también aparece la descriptiva en la primera estrofa, cuando don Melón alaba la belleza de doña Endrina.
4. EL TEXTO COMO COMUNICACIÓN
Al tratarse de un poema lírico-narrativo, una de las funciones predominantes será la poética (recursos retóricos, desviación del lenguaje común…) y la expresiva (modalidad exclamativa, uso de la primera persona del singular, diminutivos y términos valorativos). Mención especial merece la función apelativa que se aprecia en la estrofa cuarta y que condensa la enseñanza que pretende transmitir el arcipreste: “hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta/ es bueno disimular, echar alguna cubierta,/ sólo en lugar seguro se puede hablar cosa cierta”.
La reacción que provoca en el lector parece ser el divertimento, dado el carácter humorístico e hiperbólico de la situación que se narra: el protagonista, con nombre cómico, al igual que los demás personajes, se comporta de un modo exagerado y caricaturesco ante la dama. Ello es propio del estilo de Juan Ruiz, que supo conjugar en su obra lo burlesco y lo serio, lo profano y lo religioso.
No se sabe con exactitud cuál era la intención real del arcipreste al escribir su obra, si advertir del “mal amor” o si prestar consejos para conseguir “unión con hembra placentera”, como expone en una de sus primeras estrofas. En el fragmento analizado, por ejemplo, parece que su intención es enseñar acerca de cómo acercarse a una dama en un lugar público para poder conseguir sus amores sin ser descubierto. Pero también podríamos interpretar que se emplea la burla y el humor para captar la atención de quien lee y advertirle de las consecuencias nefastas del “loco amor”.
5. CONCLUSIONES
El fragmento comentado es buena muestra del carácter vitalista de la obra del arcipreste, en la que se advierte una menor importancia de la imagen de Dios y aparece como tema principal el amor profano. Sin embargo, las continuas alusiones al “buen amor” (amor divino) frente a los consejos para cultivar el “loco amor” constituyen una ambigua intencionalidad que hacen de esta obra una de las cumbres del nuevo Mester de Clerecía del siglo XIV
COMENTARIO DE EL LIBRO DE BUEN AMOR ( Otro comentario a modo de ejemplo)
Ay, Dios, cuán hermosa viene doña Endrina por la plaza!
¡Ay, qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garza!
¡Qué cabellos, qué boquita, qué color, qué buenandanza!
Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza.
Pero tal lugar no era para conversar de amores;
acometiéronme luego muchos miedos y temblores,
los mis pies y las mis manos no eran de sí señores,
perdí seso, perdí fuerza, mudáronse mis colores.
Unas palabras tenía pensadas para le decir,
la vergüenza ante la gente otras me hace proferir;
apenas era yo mismo, sin saber por dónde ir;
mis dichos y mis ideas no conseguían seguir.
Hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta
y, a veces, mal perro atado está tras la puerta abierta;
es bueno disimular, echar alguna cubierta,
pues sólo en lugar seguro se puede hablar cosa cierta.
-"Señora, la mi sobrina, la que en Toledo vivía
a vos se encomienda mucho, mil saludos os envía;
si hubiese lugar y tiempo, por cuanto de vos oía,
tendría placer en veros y conoceros querría.
"Deseaban mis parientes casarme en esta sazón
con una doncella rica, hija de don Pepión;
a todos di por respuesta que no la querría, no.
¡Mi cuerpo será de aquella que tiene mi corazón!"
Luego, hablando en voz baja, dije que disimulaba
porque toda aquella gente de la plaza nos miraba;
cuando vi que se marchaban y que ya nadie quedaba
comencé a decir la queja de amor que me lastimaba.
(LOCALIZACIÓN)
El
fragmento que vamos a comentar pertenece al Libro de Buen Amor, obra
del mester de clerecía dentro del periodo de la Edad Media, más concretamente
de la alta Edad Media que se caracterizaba por un sistema feudal, cuya
sociedad era estamental y teocéntrica.
Fechado en 1330 y de cuyo autor, un tal Arcipreste de Hita,
no hay datos concluyentes. Narra, a
través de una autobiografía ficticia, sus aventuras amorosas que acaban siempre
en fracaso.
La obra está dividida en cinco
partes:
1.Una introducción donde
el autor explica el sentido e interpretación del libro.
2.Una autobiografía ficticia
del autor, que consiste en narrar sus amores con distintas mujeres, ayudado por
Trotaconventos.
3.Una narración de los amores de
don Melón y doña Endrina.
4.Una colección de ejemplos,
fábulas y cuentos, que sirven como enseñanza moral y cierre de los episodios.
5.El relato alegórico de la
batalla de don Carnal y doña Cuaresma.
Este fragmento pertenece a la tercera
parte donde se narran los amores de don Melón y doña Endrina. En él se nos
presenta a Don Melón enamorado de Doña Endrina a la que pretende declarar su
amor.
En cuanto
a la métrica es de destacar la polimetría propia de este texto. El autor
utiliza la cuaderna vía para la narración, como observamos en este fragmento, y
el villancico o zéjel para las composiciones religiosas.
El
realismo es la característica estilística que resalta en esta obra: se
representa a toda la sociedad de la época dando una visión realista de la
misma. Además, este autor utiliza la sátira, el humor y el tono juglaresco
junto con la mezcla de lo culto y popular.
Parece que la intención del autor
era moralizante, enseñar a los hombres que deben seguir el Amor Divino y no el
amor carnal, pero a lo largo de la obra observamos la ambigüedad en su
intención ya que parece ofrecer técnicas para disfrutar de los placeres carnales
más que para evitarlos.
(GÉNERO)
Se trata
de un texto narrativo escrito en verso que corresponde al mester de clerecía.
Se utiliza la cuaderna vía: versos alejandrinos, monorrimos con rima consonante
como se puede observar en el fragmento que estamos comentando.
Además de
la tipología narrativa, encontramos la descripción sobre todo en la primera
estrofa donde Don Melón alaba la belleza de Doña Endrina. El diálogo se halla
entre la quinta y sexta estrofa, donde el propio Don Melón transcribe el comienzo
de su conversación con Doña Endrina utilizando el estilo directo.
Los
autores del Mester de Clerecía eran conscientes de estar escribiendo para la
posteridad y por tanto cuidan el lenguaje.
La finalidad del mester de clerecía era didáctica y, en este
sentido, esta obra pretende enseñar el buen camino a los jóvenes para que no
pequen. Esta actitud está ligada al contexto en el que se inscribe, donde el
poder de la iglesia lo abarcaba todo y amedrentaba al pueblo analfabeto. La
técnica de la autobiografía es novedosa y no la volveremos a encontrar hasta El
Lazarillo de Tormes. Encontramos en esta obra un personaje muy importante,
La Trotaconventos, que en el S.XV dará lugar a La Celestina de Fernando
de Rojas.
En este
fragmento, se nos muestra a Don Melón profundamente enamorado de Doña Endrina a
la que intenta declarar su amor. La finalidad didáctica se puede apreciar en la
idea del amor como enfermedad que enloquece al que cae en sus garras.
(TEMA Y RESUMEN)
El tema principal del fragmento es el deseo de don Melón de
expresar su queja de amor a doña Endrina. Como temas secundarios, se distingue
el miedo a las habladurías de la gente (“Hablar con mujer en plaza es cosa muy
descubierta/ es bueno disimular, echar alguna cubierta/ pues sólo en lugar
seguro se puede hablar cosa cierta”), y la importancia del dinero entre las
clases burguesas (“Deseaban mis parientes casarme con una doncella rica, hija
de don Pepión”).
Respecto a los tópicos literarios presentes en el texto,
podemos diferenciar los siguientes: loco enamorado, ya que el protagonista
parece perder la razón por el amor de la amada (“acometiéronme muchos miedos y
temblores/ los mis pies y las mis manos no eran de sí señores/ perdí seso,
perdí fuerza, mudáronse mis colores/ apenas era yo mismo/ mis ideas no
conseguían seguir”…); y quejas del enamorado (“Cuando vi que se marchaban/
comencé a decir la queja de amor que me lastimaba”).
(ESTRUCTURA)
El fragmento presenta una clara estructura narrativa que se
puede dividir en las siguientes partes:
a) Planteamiento (versos 1-8): don Melón expresa lo que siente cuando ve a doña Endrina en la plaza y cómo pierde el control de sus acciones.
a) Planteamiento (versos 1-8): don Melón expresa lo que siente cuando ve a doña Endrina en la plaza y cómo pierde el control de sus acciones.
b) Nudo (versos 9-26): con la excusa de darle recuerdos de su
sobrina, don Melón se acerca a la dama intentando disimular ante toda la gente
que los mira.
c) Desenlace (versos 27-28): finalmente, cuando todos se marchan,
el protagonista expresa su queja de amor a doña Endrina.
La estructura del fragmento es lineal, pues la acción se
desarrolla en orden cronológico. Sin embargo, el hilo narrativo se ve
interrumpido en la estrofa cuarta, en la que el autor introduce una reflexión
de carácter didáctico acerca de cómo hablar a una dama en un lugar público.
En cuanto al narrador, se utiliza la primera persona protagonista,
lo que lleva a interpretar el texto (y la obra) como una autobiografía del
arcipreste, aunque ello nunca fue corroborado. Los personajes que aparecen en
este fragmento son don Melón, protagonista y personaje arquetípico que parece
encarnar una caricatura del “loco enamorado”; doña Endrina, que representa la
dama delicada por la que suspira el galán; don Pepión, personaje que simboliza
la nueva burguesía y que sólo es mencionado en el texto; y la gente de la plaza
como personajes fugaces. Como vemos, los personajes se corresponden con el tono
humorístico que predomina en la obra, en este caso, disfrazado en los nombres
elegidos para los amantes (nombres de frutas) y el de don Pepión (nombre de
moneda, en representación de su riqueza)
El
tiempo es externo ya que es el tiempo real objetivo de la historia, puede
medirse en unidades cronológicas concretas y permite medir la duración de la
acción.
El
espacio según su ubicación es abierto, ya que se desarrolla en una plaza,
(hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta…) y según su relación con la
realidad es real y verosímil.
(FORMA)
El análisis métrico nos muestra el uso de la cuaderna vía,
estrofa característica del Mester de Clerecía, aunque los versos en su mayoría
son hexadecasílabos, según se detalla a continuación:
¡Ay, Dios, cuán hermosa viene 8 doña Endrina por la plaza! 8 (16) A
¡Ay, qué talle, qué donaire, 8 qué alto cuello de garza! 7 (15) A
¡Qué cabellos, qué boquita, 8 qué color, qué buenandanza! 8 (16) A
Con saetas de amor hiere 8 cuando los sus ojos alza. 8 (16) A
Pero tal lugar no era 8 para conversar de amores; 8 (16) B
acometiéronme luego 8 muchos miedos y temblores, 8 (16) B
los mis pies y las mis manos 8 no eran de sí señores, 7 (15) Bperdí seso, perdí fuerza, 8 mudáronse mis colores. 8 (16) B
La rima es consonante, si bien en la primera estrofa los versos riman en asonancia.
Algunas figuras literarias que se pueden identificar en el
fragmento son las siguientes:
En la primera estrofa encontramos el uso de la exclamación
retórica en los tres primeros versos. Además, podemos observar la anáfora en
los versos 1 y 2: “¡Ay, Dios…/ ¡Ay, qué talle…”. También
se emplea el paralelismo (determinante exclamativo + sustantivo) junto con la
enumeraciónen y el asíndeton en el verso 3: “¡Qué cabellos, qué boquilla,
qué color, qué buenandanza!”. Las metáfora las hallamos en el verso 2, “¡qué
alto cuello de garza!” y en el verso 4, “con saetas de amor
hiere…”.
En la tercera estrofa, nos encontramos con un hipérbaton en
el primer verso: “Unas palabras tenía pensadas para le decir”.
Volvemos a encontrar el empleo de la exclamación retórica en
el último verso de la sexta estrofa: “¡Mi cuerpo será de aquella que tiene
mi corazón!”.
Por otro lado, merece especial mención el uso de rasgos juglarescos
en la obra del arcipreste. En este fragmento en cuestión aparece el estilo
directo, lo que otorga frescura al texto y lo acerca al “habla viva” del
pueblo. El empleo del refrán “mal perro atado está tras la puerta
abierta” en el verso segundo de la cuarta estrofa, tiene el mismo
sentido que el empleo del estilo directo, pues se trata de un rasgo
característico de los juglares. En esta misma línea, el uso del diminutivo “boquita”
en el tercer verso de la primera estrofa, también es propio del habla popular.
ROMANCE DE ABENÁMAR
— ¡Abenámar, Abenámar, 1
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma, 5
la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que diría: 10
—Yo te lo diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho 15
mi madre me lo decía
que mentira no dijese,
que era grande villanía:
por tanto, pregunta, rey,
que la verdad te diría. 20
—Yo te agradezco, Abenámar,
aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!
—El Alhambra era, señor, 25
y la otra la mezquita,
los otros los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas ganaba al día, 30
y el día que no los labra,
otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,
huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,35
castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
—Si tú quisieses, Granada,
contigo me casaría; 40
daréte en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla .
—Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene 45
muy grande bien me quería.
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma, 5
la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que diría: 10
—Yo te lo diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho 15
mi madre me lo decía
que mentira no dijese,
que era grande villanía:
por tanto, pregunta, rey,
que la verdad te diría. 20
—Yo te agradezco, Abenámar,
aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!
—El Alhambra era, señor, 25
y la otra la mezquita,
los otros los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas ganaba al día, 30
y el día que no los labra,
otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,
huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,35
castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
—Si tú quisieses, Granada,
contigo me casaría; 40
daréte en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla .
—Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene 45
muy grande bien me quería.
(Localización)
El poema que vamos a
comentar es un romance anónimo que pertenece al Romancero Viejo, también llamado Romancero Tradicional,
recopilación de romances escritos entre el S.XIV y XV. Esta clase de romances
se ha transmitido oralmente desde la Edad Media hasta nuestros días.
El S.XV es
un periodo de transición entre la Edad Media y el Renacimiento caracterizado
por el desmoronamiento de los pilares que sustentaban la sociedad medieval: el
feudalismo y el cristianismo. Es un periodo de crisis donde se enfrentan las
ideas medievales y las nuevas ideas procedentes de Italia; además, la sociedad
ha caído en el pesimismo y se siente
insegura creyendo que el azar gobierna el mundo. Esta crisis también abarca lo
religioso por lo que surgen corrientes centradas en el espiritualismo interior.
Ante
esta situación, el hombre deja de ver el mundo como un valle de lágrimas,
convirtiéndose en el centro del universo (antropocentrismo) y surge el
vitalismo que da valor a cuestiones mundanas e individuales como son la fama y
la riqueza. Así pues, los autores firman sus obras buscando el reconocimiento y
se empieza a admirar al hombre culto y conocedor de los autores clásicos. Los escritores dejan de ser parte del clero y
ahora son hombres letrados.
Para acoger y difundir estas nuevas ideas que trae el Humanismo, se crean
nuevas Universidades. También ayudan a la difusión del Humanismo la invención
de la imprenta en 1450 y la publicación de la primera Gramática Castellana
escrita por Antonio de Nebrija con la finalidad de fijar el uso del castellano.
Además surge la figura del mecenas, se trataba de un noble o rey que se encargaba de patrocinar a los
artistas.
En cuanto a las novedades entorno a los géneros es de destacar el surgimiento
de la novela de género tanto de caballería como sentimental. Así mismo, la
intención de crear teatro desligado de lo religioso, un claro ejemplo es La
Celestina de Fernando de Rojas.
(GÉNERO)
Los romances se clasifican
según su contenido en:
- Históricos: Tratan temas relacionados con la historia.
- Fronterizos: Narran lo que pasaba en las fronteras o en las batallas fronterizas contra los moros.
- Legendarios: Están basados en leyendas populares.
- Carolingios: Narran hazañas de héroes de la épica francesa.
- Novelescos: Se basan en temas inventados.
- Líricos: Expresan sentimientos del autor.
El Romance de Abenámar es
una de las composiciones más destacadas del Romancero Viejo. Se trata de un
romance fronterizo (romances históricos que hablan de los hombres de la
frontera, especialmente de la frontera granadina, donde son contados los
sucesos entre moros y cristianos) y de escena, puesto que te introduce en un
hecho, ya sea metafórico o real, sin desenlace, sin continuación.
(Tema y
resumen)
El interés del rey por el
reino de Granada que pretende hacer suyo.
El romance nos habla sobre
el deseo del rey Juan II de España de incorporar Granada a su reino. Este
deseo nos es mostrado a través de dos diálogos del rey con el moro Abenámar y
del rey con la ciudad de Granada respectivamente. Granada aparece personificada
y convertida metafóricamente en una mujer
que rechaza la propuesta de matrimonio que le hace el rey.
(Estructura)
El romance se inicia in
media res, un comienzo muy habitual en el romancero, que consiste en empezar a
contar los hechos por la mitad de la historia. Decimos que se inicia de esta
manera porque no hay una introducción que presente los acontecimientos previos:
quiénes son los personajes, en qué
momento de la historia nos encontramos, cuáles son los hechos que han
sucedido anteriormente, etcétera. No hay una situación en el tiempo y en el
espacio. Ésta es una tarea que debe ser ejercida por el oyente o el lector.
Tampoco presenta un desenlace: es una historia abierta, sin continuación
definida.
Podríamos decir que el
romance presenta solamente la parte intermedia de una narración: el nudo o el
desarrollo de los hechos.
Dadas estas circunstancias,
no nos es difícil afirmar que este poema es, claramente, un romance-escena, y
no una narración.
Desde
el punto de vista del contenido, podemos dividir el romance en dos partes, que
corresponden a los dos diálogos que sostiene el rey. La primera parte consiste
en el diálogo entre el rey y Abenámar y coincide con los versos 1-36 del poema.
Así mismo, esta parte también consta de dos momentos diferenciados: la
exhortación del rey a Abenámar a responder a su pregunta con veracidad, cosa
que el moro promete cumplir (tal como afirma en los versos 11-20), y la pregunta
del rey respeto a la belleza de la ciudad, pregunta que el moro responde con
gran descripción y exaltación. La pregunta del rey ya empieza a manifestar su
deseo de poseer la ciudad, que sentimos crecer conforme avanza la espléndida
descripción de Abenámar. Esta primera parte constituye un diálogo perfectamente
posible y real.
La segunda parte, en
cambio, consiste en un diálogo fantástico y de gran fuerza poética entre el rey
y la ciudad de Granada, convertida metafóricamente en una mujer. La expresión
del deseo del rey alcanza aquí su máxima intensidad al equipararse con una
pasión amorosa; y entendemos que la respuesta ambigua de Granada (como la
descripción de Abenámar) no hará sino enardecer ese deseo. De esta manera
podemos decir que el poema posee una organización ascendente: a medida que
avanza va creciendo la emoción, el deseo y los sentimientos.
(Forma)
El texto sigue el esquema
métrico propio de los romances. Se compone de 56 versos octosílabos con rima
asonante en los pares.
En cuanto a los recursos
literarios observamos el empleo de la repetición como en el verso 1 el vocativo
¡Abenámar, Abenámar! o las anáforas de los versos 17 y 18 (que)
y 43-44 (casada).
Encontramos hipérbaton en
el verso 24, ¡Altos son y relucían! y en el verso 9, Allí respondiera
el moro.
Observamos una hipérbole en
el verso 30, Cien doblas ganaba al día.
La personificación aparece
en el segundo diálogo, donde el rey habla con la ciudad de Granada como si de
una mujer se tratara y le propone matrimonio. Si tú quisieses,
Granada,/Contigo me casaría.
Uso de la enumeración en la
descripción de Granada, versos 25-27, 33,35: -El Alambra…/Y la otra la
mezquita, /Los otros los Alixares,…/el otro el Generalife,/ El otro Torres
Bermejas.
En el diálogo entre el rey y Granada observamos una serie de metáforas entre el plano de la guerra y el plano del amor: la ciudad a conquistar se convierte en la mujer amada, el rey en amante, la guerra en conquista amorosa… la ambición política del rey se convierte en pasión amorosa.
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